martes, 31 de diciembre de 2013

Chao 2013!


Recibo un hermoso Cd con música de Bach que me hace saltar las lágrimas. Me telefonea un hermano para decirme lo feliz que está, pues acaba de llegar a su guajira, después de dos meses de diálisis en Maracaibo, esta ciudad infernal que no entiende y lo enloquece y eso me hace feliz. 

Casi al mismo tiempo, recibo mensajes y llamadas que me traen la voz de personas que quiero y admiro profundamente con sus mejores deseos. Uno de ellos, cuando comento lo duro del 2013, me recuerda aquello que Borges decía, que todo día tiene su instante de felicidad, su momento de cercanía al paraiso, así que en las peores circunstancias, siempre se puede revelar algo bello. 

Hoy llegan mis padres de La Guajira, donde envejecen con entusiasmo y sin remedio. Me despedí de ellos y mis hermanos hace 8 días con el corazón en un puño. La distancia de la gente que quiero me produce eso.

Finaliza un año recontraduro y ese solo hecho me hace ilusión. Deseo que el año que estamos a punto de estrenar nos traiga más luces que sombras y cantidades considerables de amor, alegría, salud, valor y, sobre todo, vida.

Les deseo un FELIZ AÑO 2014. Les deseo el tiempo necesario, la calma que se merecen, la cercanía de la gente que aman, una mesa plena de quereres y sabores, y solo el dolor o los sinsabores que puedan gobernar.
FELIZ AÑO 2014.

Foto: Steve McCurry


martes, 3 de diciembre de 2013

Miedo, tengo miedo de Maduro

Miedo, tengo miedo de Maduro. De sus mentiras, de su ineptitud, de todo cuanto promete, de sus órdenes en cadena nacional de vaciar los anaqueles, de su incapacidad para gestionar el bienestar colectivo y de su inmensa capacidad para mentir.

Tengo miedo, es verdad, de Diosdado y de Maduro. De la inmoralidad con que pretenden ocultar sus responsabilidades por el gran desastre nacional que han “mejorado” en estos 6 meses: la inflación más alta del planeta, un desabastecimiento propio de países en guerra, una inseguridad que deja más de 100 muertos un fin de semana, una economía en el piso y los valores en la cloaca.  

Tengo miedo que con el poder que le han otorgado con la Habilitante a Maduro, el país parece un gigantesco campo de concentración. Lo controla todo, lo domina todo, lo tiene todo en su poder. Amparado en militares, en la asamblea nacional, en un inmenso y eficacísimo aparato mediático de propaganda y en sus tribunales ad hoc.

Y sin embargo, el país está peor cada día.  Y los males son culpa de la oposición.
Pero lo que más miedo me da, es la gente que a pesar de todo les apoya. La que sale sin pudor y sin cuestionamiento moral a vaciar los anaqueles.

La gente como mi primo, honrado asalariado que hace colas kilométricas para comprar alimentos, y sin embargo dice "yo sigo votando por estos, porque son los únicos que hacen algo por uno".

O la vecina de mi madre, cuando oye la cadena nacional de la tarde y después del rosario trata de convencerme: "qué gente más buena, estos sí quieren al pueblo. No como los corruptos comerciantes esos".

O el cuñado aquel que montado en una camioneta 4 x 4 me dice "menos mal que gobiernan éstos, porque hay que ver en la que nos metió la cuarta.” Ni sus muchachos han terminado la universidad porque “para que van a perder su tiempo si ganan más como taxistas”.

¿Y quien es capaz de discutir con ellos? Con ese cuñado, la vecina, el primo, cejijunto, incapaces de reconocer nada de la realidad.

No se puede discutir con las paredes mentales.

Y a Maduro le quedan cinco años, al menos, para continuar disfrutando de algo que nunca debió disfrutar: el poder. Da miedo.