martes, 27 de septiembre de 2011

Elegy, intimista y delicada

Anoche he vuelto a ver Elegy, película de la directora española Isabel Coixet, basada en el libro de Phillip Roth, El animal moribundo. Es una hermosa película. Delicada.

Lleva la impronta de Coixet, una atmósfera intimista con Penélope Cruz y Ben kingsley en roles estelares. Plena de silencios elocuentes, de caricias y miradas portadoras de belleza, amor, deseo, dolor...escenas intensas y maravillosos diálogos...y una química brutal entre estos dos actores.

David Kepesh es un carismático profesor de Literatura Comparada den Columbia, amante de la belleza y de la libertad. Un profesor sesentón y su pasión correspondida por una joven estudiante. El hombre temeroso del amor, de las expectativas que el despierta, su eterno miedo al fracaso y al dolor, enamorado en su vejez , descubriéndose viejo y dolorosamente enamorado. Es una reflexión sobre la egoista idea de libertad de Kepesh, su opinión sobre el compromiso y la dependencia que inevitablemente conlleva, y a la que ha rehuído toda su vida. Todas sus creencias tambalean cuando conoce a Consuela, encarnada por una inquietante Penélope Cruz, que logra meterse en su corazón de cínico y solitario.

Ella se convierte en una peligrosa obsesión, una espiral de necesidad incontrolada, de celos. Pero el personaje es ya demasiado mayor para emprender un camino que le ha aterrado toda la vida y coincide con George O¨Hearn (Dennis Hopper), su mejor amigo y único confidente -un poeta mujeriego con mucho éxito- que es demasiado tarde para dar media vuelta. La decisión está tomada, pero a qué precio...él huye como siempre. Pasan dos años, de agonia, de tormento para él, una noche decembrecina llega una llamada, de ella...! Lo que se pierde por miedo y por no comunicarse. Ya es tarde para todo.

La edad, la soledad, el miedo al amor y a la entrega puestos en escena, desfilando en la pantalla, bajo los acordes de un exquisito piano. Coixet logró traducir al Phillip Roth ardoroso y al Roth temeroso de la edad al poner de manifiesto la tremenda vulnerabilidad humana y lo que de tragedia tiene para él la vejez. Bien lo expresa Roth: "al final, todos naufragamos en el mismo infortunio".

Nadie está a salvo en su trinchera sentimental, nadie lo sabe todo de la vida, Kepesh lo descubre tarde. Una película inquietante y hermosa.

Laura Fernández